La frase "una imagen vale más que mil palabras" se ha hecho muy famosa en los últimos tiempos debido en gran parte al <boom> de la publicidad y mercadeo en un mundo con tendencia al consumismo. Es así, como este slogan ha ganado renombre a diferencia del siguiente: " una acción vale más que mil palabras". Sin restarle importancia y veracidad a la proposición popularizada por el medio publicitario; ésta vez pongamos interés en la última no tan promocionada.
Ahora, concentrándonos en el punto común de estas dos premisas: las
palabras; podría parecer que el valor de las mismas pierde sentido, sin embargo
no es la realidad del todo. Haciendo énfasis en la segunda: “una acción vale
más que mil palabras”, existe un factor que magnifica el mérito
que tienen nuestras palabras y es el llevarlas a la acción.
Confucio, un filósofo político y social chino expresó lo siguiente: el más
elevado tipo de hombre es el que obra antes de hablar, y practica lo que
profesa. De este enunciado surge la siguiente
interrogante, ¿Por qué es tan difícil
poner en práctica lo que se dice y ni aun lo que se promete? Existe una
cantidad considerable de personas que mucho hablan y poco hacen…
También un dicho muy conocido dice que “del dicho al hecho hay mucho
trecho” y otro “el que mucho habla poco hace”.
Es oportuno referir un relato que encontramos en la Biblia y
contado por un maestro más excelente: Jesucristo.
En Mateo 21:28-31 Jesús
narra la parábola de los dos hijos:
<< ¿Qué les parece? —Continuó
Jesús—. Había un hombre que tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le pidió:
“Hijo, ve a trabajar hoy en el viñedo.”
“No quiero”, contestó, pero después se
arrepintió y fue.
Luego el padre se dirigió al otro hijo y
le pidió lo mismo. Éste contestó: “Sí, señor”; pero no fue.
¿Cuál de los dos hizo lo que su padre
quería? —El primero —contestaron ellos. Jesús les dijo: —Les aseguro que los
recaudadores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes hacia el
reino de Dios…>>
Al lado de una realidad cultural, religiosa y social que presenta esta
parábola cómo es la comparación entre los dirigentes religiosos judíos que
mucho profesaban ser piadosos pero no llevaban a la acción y los llamados
pecadores quienes no se distinguían por seguir un camino de justicia mas fueron
sensibles al arrepentimiento; se aprecia también una enseñanza práctica en
nuestro tiempo: las palabras tienen mérito si son llevadas a la acción o si la
realidad corresponde a lo que ellas dicen.
Aunque ninguno de los hijos demuestra una actuación perfecta dentro de la
historia, sólo uno fue más allá de sus palabras e incluso de sus propios
deseos. Pero el otro únicamente dio una educada respuesta hacia su padre sin
accionar. Sin embargo, la respuesta ideal de cualquiera de estos hijos hacia su
padre sería la que contiene una coherencia entre palabras y obras. A pesar de
lo que sería ejemplar se distingue el segundo hijo que por sus hechos recibió honra,
pues llevó a cabo la voluntad de su padre.
Indiscutiblemente
nuestras palabras deben estar en perfecta coherencia con nuestras acciones. Y
al final del camino hablarán más nuestras obras de nosotros mismos que lo que
decimos.
Meligsa Funes
waoo! muy buena reflexión
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