Sus pies descalzos en la arena evidenciaban junto a la opaca luz de sus ojos el cansancio inevitable que esclavizaba a su adolorido cuerpo.
¿Qué había ocurrido a aquella mujer jovial llena de luces y colores que muchos alguna vez admiraron?
Hubo en su voz vacilación cuando aquel hombre elegante, apuesto y repleto de vida le preguntó:
-¿Por qué estás tan triste y solitaria bella dama?
-¡Bella dama!Hace tiempo que nadie me llamaba así.¿Acaso mis flacos brazos, mi pálida piel, mis ojeras,mis labios resecos pueden inspirar en este hombre alguna gracia? pensó ella.
-¿Qué le sucede? Insistió ese hombre con voz dulce que le transmitía armonía y confianza a su alma.
-Mi nombre es Roberto. ¿Y el suyo?
-¡Leticia!
-¡Leticia! Susurró él.¡Qué hermoso es su nombre!
Días atrás Roberto había ojeado un viejo libro llamado "El significado de tu nombre", lo halló en el baúl de sus recuerdos; no recordaba el autor pero el nombre de Leticia que capturó su atención momentáneamente por su significado todavía estaba en su mente: "la que trae alegría".
-Gracias. Dijo con asombro Leticia.
Le causaba curiosidad que aún podía despertar interés en alguien desconocido.
-Pero no ha respondido a mi pregunta,espero no sea mucha intromisión Leticia.
-No se preocupe. He sido víctima de una enfermedad por largo tiempo y hasta hace poco comencé a caminar.¿Escucha el sonido de las olas?¿Ves cómo rompen con fuerza entre ellas?
-Sí. Es un hermoso paisaje. Exclamó Roberto.
-Precisamente, dijo ella. Esta maravillosa vista me tranquiliza. Esa es la razón que me ha traído aquí toda la semana desde que tuve fuerzas.
Respondió mientras no apartaba su mirada del inmenso mar.
Roberto calló. Sus ojos brillantes y serenos presentían el martirio que ella vivía. Quería tener un poder superior para liberarla, y se repetía a sí mismo con compasión: ¡Es tan joven! ¡Es tan joven!
Entre voces que se asemejaban a murmullos Roberto interrumpió sutilmente aquella quietud.
- Si es posible me gustaría acompañarla.
Con una cándida sonrisa ella respondió: -Puedes.Si no te incomoda que permanezca en silencio.Quiero escuchar el viento, el mar...
-No me importa. Le dijo mientras la ayudaba a sentarse en la cálida arena.
Luego se acomodó a su lado.
Se encontraban ellos dos y su silencio seguidos de la fascinación de aquel paisaje.
Meligsa Funes
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