En
el poema Recolectando Memorias dediqué una línea a las Trinitarias mi planta
favorita que dice:
“Me detienes tú con tus palabras para endulzarme
el alma,
Aligerando
mis pasos con tanta calma
Y
ver los colores de las trinitarias”.
No
es que yo sea tan apegada a las plantas pero sí, como la mayoría de las
personas puedo apreciar la belleza natural en ellas.
Pero
con las Trinitarias existe algo atrayente de sus flores, sus colores tan
variados y pacíficos (son un real aliciente para el sentido de la vista) que me
cautiva, y sorprendentemente, siempre que veo una de ellas sin importar el
color, me produce una alegría envuelta con sutileza.
Para
añadir un poco más a mi apreciación de la Trinitaria aprendí que esta maravillosa
planta tiene la capacidad de adaptarse a cualquier clima, tiene la osadía de
crecer y florecer en cualquier terreno y es muy resistente a los cambios;
estando dispuesta a prestarnos su amable hermosura cuando la vemos durante todo
el año.
Este
nuevo aprendizaje sobre las Trinitarias me llevó a pensar en las personas, en
lo común que los cambios y especialmente cuando no favorecen mucho a nuestras
expectativas y comodidades puede hacernos lucir mal, portarnos mal y negarnos a
crecer porque que el "clima" del momento no sea el más adecuado o
esperado; cambiamos a malas actitudes que más que dañar a otros nos daña a
nosotros mismos, es cuando dejamos de florecer y mostrar nuestra verdadera
belleza.
Les
invito a tomar esta lección de las Trinitarias: en todo tiempo y a pesar de las
circunstancias externas que puedan afectar su vitalidad, su naturaleza gana
manteniéndose fiel a sí misma, siempre dispuesta a mostrar lo mejor de sí, sus
flores, sus colores, su regalo para la vida.
“No dejes que nada ni nadie cambie tu esencia, y ante
el terreno más árido que encuentres, ante los inevitables cambios de clima:
florece como las Trinitarias”.
Meligsa Funes
a veces nos dejamos llevar por las circunstancia.. es por eso que nuestro gozo siempre debe venir de Dios.. siempte
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