Salmos 48:14 “"Porque este Dios es
Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la
muerte”.
Cuando alguien conocido muere se
repite en mi mente como una película lo inevitable: la muerte es algo que todos
enfrentaremos. Son esas escenas en donde no quiero ver y me tapo los ojos pues
presiento que algo horrendo ocurrirá a continuación.
Mi reacción no cambiará la trama de la
historia, en la vida real tampoco (el no mirar, no sentir, no llorar, no
importar, ignorar, tapar el sol con un dedo…), nada será diferente y la muerte
llegará estés preparado o no. De manera independiente todo seguirá su curso
hacia el desenlace al que no nos acostumbramos. El hecho de que esta vida es
transitoria, que somos seres que volverán al polvo y que “todos” ineludiblemente
nos encontraremos con ese final.
Aunque no escaparemos a esa suerte
obligada, la muerte no tiene que ser asumida como el final lamentable de una
vida, asimismo la vida no es únicamente una vanidad ilusoria que algún día
acabará, ambas situaciones son producto del milagro de la existencia, un ciclo
que por obra del creador nos permitió ser y estar.
Debe ser aprovechada y aceptada como
lo que es: un don perecedero en esta tierra, y, reconocer que eso que muchos
llaman “más allá” seguirá existiendo en una forma que todavía resulta un
enigma.
A la muerte antecede la vida, la vida
que algunos viven dando por sentado con sus hechos que nunca desfallecerá, vida
que otros reniegan, vida que muchos quisieran vivir y vidas bien vividas que serán
arrebatadas repentinamente. Pero vida.
¡Y sí, es tu vida! Junto con ella Dios
también te regaló la capacidad de decidir cómo vivirla. El “qué dejarás en tu
paso sobre la tierra” está determinado por ti de algún modo.
¿Tus huellas quedarán marcadas como
pisadas eternas en pro de los que aún les toca vivir, o pisadas transitorias
que alguien olvidará o recordará con desdén?
Dios, el padre Creador de todo enseña
que la muerte no debe representar el final de un ciclo más cumplido o un “sin sentido”.
La vida fue dada por Él, es valiosa;
aunque transitoria sobre la tierra, efímera, larga o corta, no existe mayor
esperanza que la promesa que ÉL nos
guiará más allá de la muerte y nos
creó para buenas obras que permanezcan y guíe a las generaciones que quedan a
estampar huellas que enaltezcan el hecho de que todos nacimos por propósito del
Dios de la creación.
Y, el resto de la historia, ese “más allá” será basada en ¿cómo decidimos
vivir el aquí y el ahora?
Sería injusto menospreciar y malgastar
un don tan hermoso: la vida.
Salmos
103:13-18
Como
el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen. Porque
él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo. El hombre, como la hierba son
sus días;
Florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y
pereció,
Y su lugar no la conocerá más. Mas la misericordia de Jehová
es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su
pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para
ponerlos por obra.
Meligsa Funes
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