De "Lo esencial es invisible a los ojos"





“Lo esencial es invisible a los ojos”, hermosa frase que aparece en el famoso libro “El Principito” del escritor y aviador francés Antoine Saint-Exupery. Esta frase ha recorrido al mundo y se estima que es una de la más conocida de esta obra. Aunque lloré, reí y reflexioné muchas veces con las lecciones que deja esta historia, cuando nuevamente tropecé con ella resonó como un eco en mi corazón. 

“Lo esencial es invisible a los ojos” combina con los ideales, sueños y esperanzas de la niñez; y digo de la niñez porque en esa etapa de la vida aún no estamos tan contaminados con las "normas" de la humanidad que se guía por apariencias, por las cosas que se pueden obtener fácilmente, por lo que llena los ojos, por lo que se puede apreciar con los sentidos y promueve una invitación alentadora a apreciar lo que no se puede percibir a simple vista. 

Algunos dirían “con el sentir del corazón”, yo diría con el sentir del espíritu. Con eso que está inmerso en la esencia misma de nuestra existencia pero menos cuidado, menos tomado en cuenta y aunque invisible, allí.

Ahora esa joya escondida en el Principito me recuerda un maravillosa verdad, una que brilla con amor, con luz admirable, con pasión. Pasión que se refleja en una cruz, en unos charcos de sangre que nunca vi pero en mi actualidad son más reales que nunca. Es un inmenso dolor y una terrorífica batalla que alguien libró en su cuerpo y en su Espíritu. Más allá de lo visible, más allá de mi y más allá de ti está Él, en algún momento fue advertido por los sentidos de muchos e inadvertido por otros. Y, en nuestra época Jesucristo a quien físicamente no podemos percibir mucho más llegamos a ignorar.


Y vuelve la sutil frase de Saint-Exupery “Lo esencial es invisible a los ojos”. El apóstol Pablo lo expresó en una manera más sublime e inspirado por Dios en su segunda carta a los Corintios Cap. 4 vs 18:


“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

Hebreos 13:8 dice: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos”.


Jesucristo se mantiene en el tiempo, perdura independientemente que nosotros lo notemos o no. Él es tan esencial, necesario e indispensable en nuestras vidas en el presente y por la eternidad y aunque pueda ser invisible a nuestros sentidos, la gran verdad es que ÉL nunca dejará de ser.



Es así como esas palabras que leí en “El principito” también me llevaron a pensar en el Dios invisible a mis ojos que obra en mi realidad actual y en mi realidad futura.

 Me despido con estas palabras en Hebreos 11:1-3 :

“Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”







By Mel Funes

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