Andaba
errante, perdida de ti mas tú conmigo.
Vagaba
por la calle del hambre, la dejadez, la incompetencia y el descuido.
Descuido
que se adueñó de mis días de vigor y un poco también de mi amor.
Anduve
así entre gente vieja y de este tiempo, niños y jóvenes sedientos igual que yo.
Presentía
la incoherencia dentro de mi y mis sueños se esparcieron en donde no podía
recogerlos.
Desorden
y caos imperaban. Era yo como obligada a habitar en un aposento prestado y
desconocido. Incomodidad se sentaba a mi lado, muy cerca, desconcentrando mi
único momento de lucidez.
Sentí
pánico. Las ansias por entender qué me había pasado me cegaban, entorpecían el
camino.
Un poco
más de insensatez y me dejé vencer. Bajé la guardia, decliné con la mirada
desenfocada. Caí de mi pedestal inestable, inmóvil.
¿Qué más podría pasar?
No concebía cómo sería mi destino.
Pero aún tirada sobre mi tristeza, tratando
de flotar sobre mis lágrimas sentí tu mano que ardía sobre mi pecho como fuego que no se apaga.
Un instante duró y bastó para exterminar
aquello que me destrozaba.
Andaba errante, perdida de ti mas tú conmigo.
Fuiste visible para mi cuando ya todo se
había oscurecido.
Cuando me quedé sin
esperanzas abrazaste mi corazón y me llevaste al sendero que se llama
Salvación.
Ya no ando errante, ni perdida de ti y sigues
conmigo. Con tu canción de amor reverdeciste mis sendas y me enseñaste el
camino. Ahora avanzo mis pasos, viviendo la vida con un nuevo sentido.
Meligsa Funes
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